Clima y suelo

SUELOS

Si queremos convertirnos en buenos recolectores de setas, deberemos reconocer los terrenos por los que nos movemos. En muchas fichas de setas nos aparecen frases como “suelos calizos, suelos ácidos, suelos básicos, suelos silíceos…”, entonces nos viene a la cabeza, ¿cómo puedo saber el tipo de suelo? Pues bien, os vamos a ofrecer unas nociones básicas para intentar reconocer esos tipos de suelos.

Un suelo puede ser básico o ácido, esto va a depender del pH del mismo. En general para otros ámbitos científicos, la barrera entre lo ácido y lo básico se establece dentro de una escala que va del 1 al 14 en el punto medio, el 7; pero en Edafología (Ciencia que estudia la composición y naturaleza de los suelos), la barrera se establece en el 6,5. Entre el 6-7 el suelo se considera neutro, por debajo del 6 ácido y por encima del 7 básico.

El principal factor que incluye en el pH de un suelo es la litología del mismo, es decir, la roca madre sobre la que se asienta y que lo genera; sin embargo, la cantidad de precipitaciones que reciba un lugar también influye mucho porque puede modificar el pH aportado por la roca.

Las rocas calizas y los yesos generan a priori suelos básicos, mientras que los suelos ácidos están compuestos por graníticos, gneises, cuarcitas, pizarras, etc… Sin embargo una zona caliza en la que la media de precipitación anual sea muy elevada, presentará un pH ácido al haberse “lavado” el carbonato cálcico de la roca que es el que eleva el pH. Obviamente nosotros no somos geólogos (si alguno lee esto igual nos mete un “cargote”) y no vamos a medir el pH del suelo a cada momento, pero existen pistas en el entorno que nos ayudan a saber qué tipo de pH hay en cada lugar. La mejor de todas es la vegetación, tenemos que ser observadores de los árboles y las plantas que rodean a las setas, ya que nos van a ayudar a saber qué tipo de suelo es, aunque bien es cierto que no hay fórmulas exactas.

Para suelos básicos, especies basófilas, podemos destacar árboles como, Juniperus thuriferia (sabina), Quercus humilis, Quercus faginea (quejigo), Quercus coccifera (coscoja, esto sólo en el norte, en el sur de la península aparece más en suelos ácidos) y Pinus halapensis (pino carrasco). Como plantas se pueden destacar, Lavandula latifolia (lavanda, espliego), Salvia lavandulifolia (salvia de hoja estrecha), Thymus vulgaris (tomillo), Rosmarinus officianalis (romero), Echinospartum horridum (erizón), Buxus sempervirens (boj), Staehelina dubia (hierba pincel).

Para suelos ácidos, especies acidófilas, podemos destacar árboles como, Castanea sativa (castaño), Quercus suber (alcornoque), Quercus pyrenaica (rebollo) y Quercus robur (roble común). Como plantas se pueden destacar, Cistus ladanifer (jara pringosa), Cistus monspeliensis (jara de Montpellier, estepa negra), Vaccinum myrtillus (arándano), Rhododendron ferrugineum (azalea de montaña), Cytisus multiflorus (escoba blanca), Genista florida (abulaga, apiorno) y Ulex europaeus (tojo, espinillo).

También existen por ejemplo árboles indiferentes, los podemos encontrar en suelos ácidos o básicos, como son Fagus sylvatica (haya), Quercus ilex (encina), Quecus petraea (roble albar), Pinus uncinata (pino negro) y Abies alba (abeto).

Bueno, después de tanto nombre científico no nos tenemos que asustar, no hace falta conocer el nombre de árboles o plantas (si los conocemos mejor para nuestra cultura), tenemos que ser observadores, por ejemplo, estamos en un hayedo y vemos pequeños arbustos de hojas ovaladas y margen ligeramente aserrado, con fruto redonde de color negro aulado y sabor dulce, pues bien, no hace falta que sepamos que es un arándano y que nos indicaría que estamos sobre un suelo más bien ácido, pero si vemos en ese terreno Boletus edulis nos tendremos que extrañar, eso es lo que tenemos que almacenar en nuestro cerebro. Por el contrario y siguiendo con el ejemplo anterior, si estamos en un hayedo donde abunda el boj, no hace falta que lo relacionemos con que el suelo será más básico, si no que nos daremos cuenta que los Boletus edulis brillan por su ausencia. Con esto queremos decir que tenemos que relacionar las especies de árboles y plantas que vemos cuando recolectamos setas, y así reconocerlas cuando andemos por otros suelos. Un último ejemplo serían las encinas, si andamos por un encinar con abundante jara como el Cistus ladanifer o Cistus laurifolius nos daremos cuenta de que es un terreno óptimo para Boletus aereus y Amanita caesarea, indicarán que se trata de un suelo ácido. Si por el contrario en el encinar abunda el romero o lavanda, las dos especies de setas antes mencionadas serán más bien nulas.

Por supuesto que esto no es 100% exacto y siempre aparecen especies de setas donde se supone que no deberían aparecer, pero precisamente estas cosas, son lo que hacen de la micología, un mundo fascinante y misterioso.

CLIMA

Otro punto igualmente importante para los hongos es el clima. Destacamos los siguientes factores:

La lluvia, juega un papel fundamental por dos motivos, uno porque en zonas muy lluviosas un terreno básico se puede convertir en ácido. Y segundo, porque según la especie de seta necesitará unas condiciones de humedad para desarrollarse.

La temperatura, es igualmente importante ya que tanto a altas temperaturas como a bajas no se desarrolla el hongo y no producirá setas, se podría hablar de límites entre los 8 y 25 grados centígrados.

El viento, es el peor enemigo del micólogo, puede acabar con las setas en cuestión de horas. Seca tanto las setas ya emergidas como toda la capa superficial del terreno, impidiendo muchas veces un nuevo brote.

Si somos capaces de interpretar todos estos datos que nos ofrece las naturaleza y sabiendo los “gustos” de las setas, podremos aventurarnos a recolectar nuestras especies favoritas con más opciones de éxito.